No basta con la verdad: por fin alguien se anima a decir TODA LA VERDAD

El hundimiento del ARA Argentina

Por Dardo Gasparré para INFOBAE

 

¿Cuántos otros aspectos vitales de la vida nacional están al borde del colapso y sólo se advertirán cuando sobrevenga la catástrofe y sea ya tarde? Demasiados, lamentablemente

 

La casi descontada muerte de 44 compatriotas en el mar argentino, donde yacen tantos cadáveres propios injustos, conmueve a la sociedad y a cada ciudadano. O debería. Seguramente vendrán ahora las investigaciones, acusaciones, sumarios, descargos, sanciones, renuncias, enojos y represalias. Ninguna de esas acciones reparará las muertes. Probablemente, ninguna de esas acciones llevará a una conclusión cierta y contundente. Como siempre.

El cóctel fatal de corrupción multipartidaria, populismo, ignorancia, burocracia, irresponsabilidad, corrección política gramscista, coronado con la guinda de una Justicia paralizada por la cadena de favores pagos y jueces genuflexos y millonarios, ha hundido al Ara San Juan. Vale recordar que hace 10 años, cuando desde el corazón de la Armada se denunciaron los delitos que se estaban cometiendo en las licitaciones y reparaciones, no sólo se archivaron las actuaciones, sino que el denunciante fue expulsado de la Marina, sin derecho a la defensa ni al retiro, casi como un traidor a la patria.

El justificado enojo popular por esta especie de traición que llevó a este trance dramático a la tripulación del submarino es, sin embargo, un enojo tardío. Se trata de una tragedia previsible y anunciada, porque desde el retorno de la democracia se vino dibujando la incompatible figura de unas fuerzas armadas sin armamento, sin entrenamiento, sin presupuesto y sin misión ni estrategia. Una hipocresía que sólo termina en el ridículo o la tragedia. O ambas cosas.

La pregunta de fondo, empero, es otra: ¿cuántos ARA San Juan más con riesgo de explotar y hundirse está ocultando el fatal sistema político argentino? ¿Cuántos otros aspectos vitales de la vida nacional están colapsados o al borde del colapso y sólo se advertirán y llorarán cuando sobrevenga la catástrofe y sea ya tarde?

Un sistema de educación pública meramente formal, que deseduca a una masa de analfabetos funcionales incapaces de formular ideas básicas, saboteado por el sindicalismo docente bárbaro, puede explotar en cualquier momento o implosionar hasta la desaparición de la sociedad. Un sistema de justicia funcional a múltiples interesados, menos a las víctimas y al derecho, que anula toda chance de aplicación del republicanismo. Un estatismo creciente que ningún político quiere abandonar y que mata la creatividad, a las Pyme, al empleo y al desarrollo social, con una corrupción económica que solo cambia de prudencia, de formato y de beneficiarios, pero no de intensidad. ¿Nada de esto estallará encerrado en el secreto de alguna armazón de acero que impida por ahora que la explosión se escuche?

Un mecanismo jubilatorio que simplemente es una bomba de tiempo, cuyo momento de estallido se va dilatando bajo el nombre de reformas, con diversos gobiernos, diversos artilugios de saqueo, diversas promesas y fórmulas, diversas trampas para no pagar los juicios, que se repiten con todos los gobiernos y bajo todos los sistemas y concepciones económicas, ¿no se irá en algún momento a pique y arrastrará al resto de la sociedad hasta la sima más profunda del océano?

La sociedad paralela de la marginalidad, una suerte de cuarta dimensión tomada por el narco, tanto desde las adicciones como desde el poder, que invade a las familias, las esclaviza, las copta, que negocia mano a mano con los gobiernos, con el deporte, con los estamentos políticos, con la justicia, con las finanzas, que al mismo tiempo disputa el poder real, la calle, que por ejemplo ha vendido la idea de que hay una Salada buena y una Salada mala, como vendió antes que hay droga “de la buena” y “de la mala”, ¿no terminará con el país partido al medio, en el abismo del mar argentino?

El escandaloso manejo de la geopolítica en la Patagonia, que va desde los negocios personales más inconfesables e intocables a las concesiones delirantes a seudoaborígenes guerrilleros garantizadas por la Constitución también delirante de los supuestos defensores de la democracia, con acuerdos secretos con China o con empresas privadas, con la construcción de represas inexplicables, enmarcadas en la desaparición de la presencia en el área de fuerzas armadas o de seguridad relevantes, ¿no romperá en dos la integridad territorial que es presupuesto primero de la identidad nacional?

La inseguridad, que es consecuencia y al mismo tiempo telón de fondo de varias de estas situaciones, desde la muerte al voleo, las liberaciones masivas de asesinos y violadores, los piquetes como recordatorio deliberado de la inoperancia del aparato estatal en el uso de su monopolio de la fuerza, los ataques impunes de las mafias, los barrabravas, la prepotencia y la toma de territorios sagrados propios de los falsos originarios contra el derecho de propiedad, la soberanía de las villas, la impunidad, ¿no estarán torpedeando y hundiendo el orden social, base del estado moderno y del bienestar general?

La corrupción público-privada, también causa y efecto de lo detallado, que siempre es del pasado, que siempre es “de los que estuvieron”, que siempre termina con chivos expiatorios transitorios expuestos por un ratito en las horcas caudinas del casco y el chaleco antibalas, que cambia en estilos y en explicaciones, pero no en intensidad, que tiene costos éticos, pero mucho más costos sociales y geopolíticos, ¿no explotará con consecuencias para la nación con una intensidad y un alcance imposibles de cuantificar por su magnitud infinita?

Casi en un segundo plano de importancia, los efectos del déficit fiscal consentido, del ensañamiento tributario y de la compulsión al endeudamiento, con una desmesurada dependencia del precio de las commodities y la tasa de interés mundial, ¿no son una acumulación de hidrógeno que volará por los aires el futuro?

Garantizando la perpetuación de todos estos riesgos explosivos, está el sistema político, un verdadero monopolio de algunos pocos partidos, que se han asegurado de licuar el poder de la ciudadanía. Tampoco será calafateado. El proyecto de “reforma política” de este gobierno consistía en discutir el formato de las boletas. Casi equivalente a un replacado, abortado, además. El actual sistema es muy conveniente para quienes están en la transa política.

La solución, la reparación de media vida que se ha encontrado a estos temas, es que todo es culpa del kirchnerismo. Cómoda vía de escape. Válida si se advirtiera algún cambio en los derroteros fundamentales. Para explicar la inacción o tal vez la convalidación del pasado, que excede ciertamente a los doce años trágicos, se ha inventado el paraguas del gradualismo, no sólo en lo económico. Paraguas que se compone del tejido declamado de la supuesta sensibilidad por la “pobre gente”, por los indios, por la pobreza, por los marginales, por el derecho de los delincuentes, asesinos y violadores, por la historieta de la patria grande, por las siglas que ahora rigen al país desde el exterior, gracias a una Constitución Nacional claudicante. Todo ello, descalificando como facho y entreguista a quien se opone a ese relato, que tampoco ha cesado ni ha menguado.

Quienes se oponen a ese gradualismo generalizado, no lo hacen porque reclamen una instantaneidad mágica y sanguinaria. Lo hacen porque saben, por una larga experiencia, que ese término significa, sin ninguna duda, que nada cambiará.

Mientras toda la sociedad llora a sus muertos, como corresponde, sería importante y urgente que recordara que también es tripulante de un submarino virtual en el que se la ha condenado a recorrer el proceloso mar argentino. Pero está todo bajo control. No hay de qué preocuparse.

 

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