DE PARODIAS JUDICIALES

DE PARODIAS JUDICIALES

De Carlos Bosch*

 

Estos últimos años, desde el advenimiento del kirchnerismo y la continuidad sin pausa ni “cambio” del gobierno de “Cambiemos”, hemos sido acostumbrados a las “parodias judiciales mencionadas en el título.

Es decir, procesos judiciales aparentes, sólo aparentes, iniquidades disfrazadas de procesos, presididos y dirigidos por uno o tres aparentes “jueces” según los casos, que exhiben la forma de una acusación, una defensa, algunas pruebas, fundamentalmente testimoniales y, al final, una sentencia que será irremediablemente condenatoria.

¿Por qué aparentes? En cuanto a la acusación, porque ella alude a hechos de hace unos 50 años y es amañada sobre la base de los mismos testimonios que constituirán la prueba, los cuales indefectiblemente son imprecisos, contradictorios y emergentes de personas cuidosamente preparadas, tanto por las organizaciones ideologizadas derechohumanistas a las cuales no les importa en absoluto la verdad sino sólo la condena del imputado, como por organismos del Estado que dedican los dineros públicos a ese mismo objetivo: mantener vivo el “relato” de los setenta según el cual la “dictadura” militar sometió por las armas, asesinatos y desapariciones, es decir por el terror a toda la población argentina.

En cuanto a la defensa, porque ésta en la mayoría de los casos es desempeñada por defensores oficiales que en manera alguna están dispuestos a luchar por sus defendidos pregonando la verdad completa de lo sucedido en aquellos años de subversión marxista y denunciando a los acusadores y jueces con el vigor necesario.

Y en cuanto a los jueces y sus sentencias, porque prácticamente no hay juez que se anime a declarar la inocencia de los acusados por las organizaciones persecutorias, o a declarar simplemente que las pruebas producidas no alcanzan para condenar a una persona a perder su libertad. Y porque está más que claro en nuestro país, incluidos los hombres del gobierno de ayer y de hoy, que los hombres que usurpan los estrados judiciales debido a manejos políticos y económicos, salvando alguna excepción, no son jueces realmente sino simples mercaderes que juzgan y sentencian según de donde sople el viento, carecen de toda intención de justicia, y sólo se interesan por su propio bienestar. NI siquiera por su buena fama. Que se preparen los gobernantes de hoy.

Todo esto lo sabemos bien quienes venimos bregando desde años, sin éxito hasta hoy, en primer lugar por recuperar la justicia para nuestra patria, y en segundo término por recuperar la concordia nacional, ambas cosas sin las cuales es imposible una nación. También lo sabe, sin duda, la mayoría de los argentinos. En nuestro país no hay justicia.

Es cierto, sin embargo, que todas estas parodias que presenciamos y que inocentemente creímos que podrían amainar con aquello de “cambiemos”, no son sólo de hoy ni de aquí. Las parodias vienen de lejos

Baste recordar la parodia de los juicios de Nuremberg llevados a cabo al fin de la segunda guerra mundial donde quienes juzgaron fueron los vencedores y uno de ellos nada menos que el representante de la entonces Unión Soviética.

Y yendo para atrás, la notable parodia del juicio organizada por Inglaterra y franceses traidores contra Santa Juana de Arco, que tan vívidamente relata Marie de la Saggesse Sequeiros en su libro de ese nombre, de reciente aparición. La que traigo aquí a colación porque su lectura, salvando la distancia que va de una santa declarada tal a nuestros casos, trae muchas y claras reminiscencias relativas a lo que nos sucede a los argentinos con esta justicia que ha renunciado a su única razón de ser: precisamente la justicia.

La sentencia de Juana de Arco, la de Nuremberg, las de la Rusia comunista, la de nuestros encausados por lesa humanidad, estuvieron escritas desde el momento mismo de la acusación, sin necesidad de pruebas que, además no fueron tales.

En cuanto a las nuestras, si ayer obedecieron a razones ideológicas, hoy obedecen a subalternas razones de conveniencia. ¡Qué importa que mueran unos cuantos octogenarios o nonagenarios encerrados en la cárcel si con eso se consigue un pequeño respiro político!

Eso es lo que el ministro Garavano y el presidente Macri proclaman que va a continuar en la Argentina bajo el falaz estandarte de memoria, verdad y justicia, cuya falsedad les consta, mientras al mismo tiempo estos valientes defensores de los derechos humanos no vacilan en lanzar al ruedo una asesina ley de aborto que dicen “no compartir”, al tiempo que prometen no vetarla si es así votada. Nuevamente: ¡que importan las razones humanitarias, que importa Dios, que importa que mueran seres humanos, que no vean siquiera la luz, si de esta manera ganamos un poco de tiempo!

Uno se pregunta si con esta política y con esta justicia la Argentina tiene alguna chance.

La respuesta es clara. La esperanza ;única es que haya “cambio” de verdad.

 

Carlos L Bosch

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